A raíz del final de mi post anterior he podido aclarar varias cosas sobre mi proceso de programación. Las observaciones que me ha hecho Vicenta al respecto me han llevado a observar qué hago durante el acto de la programación para averiguar cuál era el problema. Al final creo que he conseguido verlo con claridad. La cuestión es que en el último post dije que a la hora de programar me centraba en dos ejes: la gramática y los centros de interés; pero he descubierto que no es así.
¿Cómo lo he averiguado? Cogí mi boli, un par de folios y me propuse apuntar paso por paso cómo realizo la programación para averiguar qué pasos sigo y saber si estaba ahí la solución al enigma. A medida que iba rellenando la programación me iba dando cuenta de la forma en que actuaba e iba apuntando los problemas que encontraba. Así, siguiendo este camino me di cuenta de que cuando hago la ficha con los datos del grupo no escribo, por ejemplo, tema: actividades cotidianas; aunque sea la idea principal de la que parto. Además, de repente me di cuenta que en el apartado que tengo para objetivos mezclaba éstos con los contenidos -ya no me pasará más-. Por esta razón, cuando reviso las programaciones parece que programo teniendo en cuenta un aspecto u otro, cuando en realidad no es así. Es decir, trabajo un tema como hilo argumental de las clases y luego voy trabajando los contenidos gramaticales, culturales, léxicos, etc., que le asocio a través de las destrezas, las actividades que propongo, los deberes que les pongo,… Hasta ahora veía el resultado de las programaciones como producto y su aplicación en el aula; sin embargo, no me había fijado en que a las fichas les faltaban apartados que me permitieran seguir el hilo argumental de las clases pasado el tiempo. Esto tiene relación con el hecho de que cuando programo estoy totalmente inmersa en la situación de la clase en el momento concreto en el que esbozo el armazón, pero no he tenido la previsión de pensar en el futuro.