La semana pasada leí en el blog de José Ramón Rodríguez la entrada Acopio de víveres: la dimensión humana de los profesores de E/LE donde se explica muy bien -desde mi punto de vista- la parte humana de nuestro trabajo. Comparto con él que nuestro trabajo es muy complejo porque implica tener en cuenta muchas cosas:
- Hemos de contemplar la materia que enseñamos: una lengua extranjera, en nuestro caso el español, y lo hacemos en un contexto de inmersión. Esto implica que nos planteemos cómo enseñar éste o aquél tema gramatical, enseñar el vocabulario, etc.
- Hemos de plantearnos cómo enseñar esa materia. ¿Qué metodología vamos a utilizar?¿Qué se adapta mejor a mis alumnos? ¿Qué quieren mis alumnos? ¿Por qué no ha funcionado la clase? ¿Por qué no ha gustado este material? ¿Que puedo hacer para mejorar? Y un sinfín de preguntas más.
- ¿Qué transmitimos? ¿Nuestro trabajo implica enseñar esta materia y ya está? ¿Qué pasa con las relaciones que establecemos con nuestros alumnos? ¿Qué ocurre en nuestras clases? Sin duda, me parece un buen tema para la reflexión. Normalmente pensamos en cuál es nuestro papel dentro del aula en tanto que conductores del grupo, pero no reflexionamos tanto en los vínculos que creamos con nuestros alumnos. No estoy refiriéndome aquí a si el/la docente es simpático/a o no; si es introvertido/a u otras cuestiones relacionadas con el carácter porque no creo que sea eso lo importante. Quizá, lo más importante es si respetas o no a tus alumnos, si ellos sienten que te preocupas por su aprendizaje o por su situación, si demuestras interés, qué piensas sobre ellos, etc. Esto sí me parece que incide en nuestro trabajo diario.
Lo expuesto en el tercer punto tiene relación con el tipo de relación que establecen los profesores de E/LE con sus alumnos durante los cursos de verano. En múltiples ocasiones he explicado el perfil de mis alumnos, en su mayoría residentes jubilados o chicos en edad escolar, lo que implica una dinámica diferente a la que imprimiría si tuviera alumnos jóvenes estudiantes de idioma. En mi caso me he visto en muchas ocasiones resolviendo algunos de los problemas cotidianos de mis alumnos -alguna reclamación que otro, llamadas algún técnico para que venga a arreglar algún aparato- o he escuchado sus problemas porque sin esperarlo han surgido en clase. Inevitablemente te conviertes en un punto de referencia porque eres la conexión más a mano que tienen con la nueva sociedad de acogida. (A veces no se trata sólo del papel que tú te asignas, sino del rol que te atribuyen los demás). También he visto como los problemas vecinales se trasladaban a la clase (no de forma exageradamente hostil, pero si se manifiestan de forma suficientemente evidente para detectar que sucede algo), lo mismo ocurre con los problemas personales. Quizá, no debería estar escribiendo sobre esto pero son cosas a las que nos enfrentamos en clase y forman parte de nuestro trabajo, sobre todo cuando trabajas con grupos muy reducidos o en clases individuales.
En resumen, es importante reflexionar sobre nuestro papel en el aula como conductor o mediador o guía del grupo, pero también lo es pensar sobre las actitudes que mostramos hacia nuestros alumnos o las situaciones que se crean en clase. Puede que haya quien piense que los temas relacionados con la inteligencia emocional son una tontería o que son desdeñables; sin embargo a mí me parece que los sentimientos o el plano efectivo tiene su incidencia en la clase. No sólo a nivel individual, si no en el tipo de relaciones que se establecen entre los alumnos.