Las creencias de los profesores (III): Los alumnos.

por Maribel González Martínez

Añado aquí algo que me parece interesante tener en cuenta: ¿qué concepto tengo como profesora de mis alumnos? Es importante porque eso te hace enfrentarte a la clase de un modo diferente, ya que afecta a la planificación de las clases, al desarrollo de las mismas y, por supuesto, a su evaluación. La siguiente clasificación está sacada de Psicología para profesores de idiomas. Enfoque del constructivismo social, Maron Williams y Tobert L. Burden, Cambrigde University Press. La clasificación fue establecida por Meighan (1990). Yo no voy a citar todas las que aparecen, tan sólo voy a comentar las que me parecen más habituales en las clases:

A veces, se ve al alumno como un cliente, lo que significa que es él que decide qué, cómo, cuándo y durante cuánto tiempo aprenderlo. En este caso, como profesor, te ves obligado a diseñar cursos cuyo objetivo es satisfacer las necesidades y peticiones del alumno.

En otras ocasiones, percibimos que los alumnos son reacios al aprendizaje por diversas razones: el imperativo de tener que aprender un idiomas por cuestiones laborales, por cambio de país,… Es decir, aquí no existe una voluntad interna de aprender el idioma, sino que viene impuesto desde fuera. Este sentimiento de rechazo a la imposición, en mi opinión, crea un obstáculo para el aprendizaje, en tanto que lo relentiza y lo hace más difícil. A todos nos cuesta más hacer las cosas cuando las percibimos como una obligación que no queda más remedio que cumplir. Sin embargo, como profesores tengamos que poner todos los medios para vencer la resisitencia del alumno y provocar una motivación intrínseca.
El alumno como una tábula rasa donde ir imprimiendo los nuevos conocimientos. En este caso el profesor ve al alumno como una pizarra en blanco sobre la que hay que ir escribiendo para llenarla de conocimientos. Esta concepción llevará a que el profesor sea el protagonista indiscutible de la clase y el que tiene el control todo el tiempo sobre la misma. Los alumnos van a clase para escuchar al profesor -hay alumnos que asumen este papel o que prefieren asumirlo-.

¿Cómo saber exactamente esto? Tendré que pensarlo pero, sí, quisiera explicar que no hace mucho me he dado cuenta de que había creado toda una visión errónea (¿?) de mi alumnado. Lo veía como gente mayor con motivación por aprender la lengua, pero sin ganas de hacer ejercicios. Creo que esta es la idea general que tenía sobre mis alumnos. El problema de esta visión es que me ha restringido mucho el margen de maniobra y ha empobrecido mi forma de enfocar la clase. He pensado durante mucho tiempo que, como eran mayores, con ellos sólo iba a funcionar el método tradicional -mucho me temo que anduve pensando que me estaba adaptando a ellos y era todo lo contrario-. Aquí es cuando toca entonar un mea culpa y darme unos golpes de pecho. Por tanto, creo que en mi visión podían encontrarse algunos rasgos relacionados con la identificación de alumno reacio, pero nada más lejos de la realidad. Sin embargo, ahora, la cosa ha cambiado porque ya no contemplo a mis alumnos así. Además, nunca se me ocurrió plantearme que pudiesen tener problemas de aprendizaje o que no tuvieran adquiridas las estrategias de estudio necesario. ¿De dónde me sacaría yo que esto es así? ¿Me base en el hecho de que pertenecen al mundo desarrollado? Me temo que sí. Sin duda, el prejuicio vino a visitarme y se quedó conmigo, cosa que no te puedes permitir. ¡Qué buen ejercicio es ese de tratar de averiguar cosas sobre tus alumnos, no sólo a nivel personal; si no a todos los niveles! Esta idea sale de Planificación de clases y cursos de Tessa Woodward (2001) en Cup.

Continuará…

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